3 de junio de 2010

MIEDO

Me da miedo besarte,

acercarme a ti esta noche y romper las fronteras entre tus labios y mi corazón que no deja de nombrarte,

me da miedo lastimarte,

que no entiendas el lenguaje de mis latidos y confundas un beso con solo un beso,

que no te despierten latidos al roce de mi mano sobre tu mejilla,

que sea un cruel momento y nada más que eso,

que te duela cada piedra que cae del muro de aire que nos separa,

que llores por las distancias que se acortan,

que extrañes la lejanía,

la usencia,

las despedidas sobre los horizontes sin ti y sin mí,

que suspires los recuerdos de otras miradas

y los sudores de otra espalda te arañen las huellas que quedan bajo tus uñas.

Me da miedo besarte,

acercarme para decirte en un idioma más directo que el silencio entre tú y yo podemos volverlo eco de latidos,

de miradas a quemarropa,

de finales de ayunos,

de protestas contra vidas pasadas sin nosotros,

sin tus manos y sin mis ojos sobre tu nuca preparándose a recorrer tu espalda hasta tus caderas,

me da miedo quebrarte y quebrarme en un te amo,

que me pese despertar tan lejos de ti y no reconocerme sin tu mirada que me diga quién soy y que soy a tu lado,

me da miedo que no te encuentres junto a mí,

que no halles lo que buscas en mis manos,

en mis ojos que no hacen más que doler sin mirarte,

de mis dedos que no dejan de adormecerse lejos de tu rostro,

de este corazón que entra en coma cada día sin poder decirte todo lo que late por ti.

Me da miedo que despiertes,

despertarte con el ruido de mis pinceles,

con los pasos que dan mis ojos sobre tu cuerpo mientras duermes,

mientras te recorro dormida desde esta trinchera detrás de tu puerta donde la luz de la Luna sirve de cómplice para mirarte sin que me veas,

para acariciarte en silencio sin que me sientas,

para grabar en mi memoria cada uno de tus suspiros y buscar entre tus murmullos

mi nombre.

Me da miedo acercarme y que de mis labios se escape un beso hasta tu frente

y que despiertes

y no sea yo quien esperabas en tus sueños,

me da miedo,

tanto,

que he preferido salir por la ventana y quedarme detrás del cristal para no seguir respirando el aroma de tus sueños

y controlar esa adicción a verte dormida

mientras sueñas a tantos kilómetros, que no sabes que estoy aquí afuera

temblando de miedo y no de frio.

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