Salí muy temprano a recorrer las calles, a encontrarme con tu ausencia en este lugar donde no estás tú ni tampoco yo.
Salí a perderme entre talaveras, entre adoquines de colores, a buscarme a buscarte, y te encontré como siempre entre las parejas que caminaban de la mano, en los besos ajenos, en los suspiros de las mujeres que sentadas en una banca esperaban a un tipo que no era yo, pero tampoco eras tú quien dibujaba una silueta frágil con su sombra.
Y me senté en la mesa que últimamente ha sido mi cómplice en esta espera, y me senté a esperarte, y a pedirle un café a la mujer que de tanto regreso ya me reconoce y me ofrece lo mismo cada día.
Y me senté a escribirte, a contarte un rato como ha sido esta ausencia de ti en estos días, en estos años, en esta vida en que no llegas.
Y me senté a buscarte, a esperarte, a imaginar que llegabas y sin decir nada te sentabas en esta mesa, y tomabas mi taza y sorbías el café, te recargabas en el respaldo de la silla y cruzabas la pierna, todo en silencio, todo mientras tus ojos se clavaban en los míos, y tus labios dibujaban una sonrisa, para desgracia de mi fantasía cada vez que estabas por decir algo, llegaba la mesera y me sacaba de tu recuerdo, con una sonrisa y un –¿algo más?.
Termino mi café y de nuevo salgo a perderme entre talaveras y adoquines, entre tu recuerdo, entre tu ausencia, tratando de encontrarte, y de encontrarme, y termino mas perdido entre una ciudad que no me reconoce, que no reconozco, y donde no te encuentro.
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